domingo, 24 de junio de 2007

Ahí va mi segundo relato

Hola soy Almudena y quisiera pedir disculpas por llevar un tiempo sin escribir. Este es el segundo relato con el que gané el tercer premio el año pasado se titula: "Una pequeña, gran equivocación". Espero que os guste.


Una pequeña, gran equivocación

Macarena tenía nueve años cuando ocurrió. Había sacado muy buenas notas y por las vacaciones irían a Escocia. Macarena estaba muy contenta y preparaba su equipaje con ilusión. Iban a ir en avión, y eso era una novedad para ella pero sobre todo para su hermana Paula, que tenía cinco años. Ellas, vivían en Navarra con sus padres, Cleo e Íñigo.

Un viaje fantástico.
El día 25 de agosto de 2005, sería una fecha que nunca olvidarían.
Ese mismo día, en el aeropuerto, se encontraban ellos cuatro, esperando para montarse en el avión que les conducía a su destino. Se acercaron al hueco que debía ocupar ese avión y ¡allí no estaba! Miraron la hora, pero ¡todavía faltaba un cuarto de hora para que despegara!
Fueron corriendo a la recepción y la azafata les dijo:
-¿son ustedes los pasajeros del vuelo 311rumbo a Escocia? Lo sentimos mucho, pero por un fallo técnico no habrá vuelos a Escocia hasta dentro de dos semanas. Si desean viajar urgentemente, tomen uno de esos vuelos que viajan a Inglaterra y desde allí vayan a Escocia. Gracias y perdonen las molestias.
No les quedaba otro remedio que viajar en uno de esos vuelos.

Cuando iban a tomar uno de esos vuelos, se dieron cuenta de que no sabían muy bien cuáles eran exactamente los que le habían indicado la azafata. Como había mucha cola en el mostrador como para preguntarle otra vez, decidieron subirse en el que creían que era el que le habían señalado. Y, ese no era. Cuando les preguntaron a las personas que en avión iban, les dijeron que ese avión iba a una de las zonas más pobres de África. Querían salir, pero la azafata de vuelo les dijo que ya iba a partir, que le perdonase, pero no podían bajar, ya que el avión estaba despegando, por lo que se abrocharon sus cinturones e Íñigo dijo:
-Cambio de rumbo: iremos a África.
-¡Bien!- exclamó Paula.

A las cinco, llegaron a África. Como no sabían donde alojarse, les recomendaron una cabaña de huéspedes, que estaba cerca de allí.
La cabaña era grande, pero sólo tenía dos habitaciones: una grande y otra pequeña. En la grande se iban a alojar Macarena y su familia, y en la pequeña, vivían una familia: dos niñas; Noa de ocho años y Shaila, de seis, junto a sus padres: Dana, la madre una mujer de apariencia joven y saludable, que tenía otros tres hijos: Beatriz, la mayor, que tenía 20 años, Tomeo, de 18, y Maybel de 16, todos ellos casados, ya que allí, lo normal era casarse a los 15 años, y su padre, Tomeo, que era comerciante y lo veían muy poco, ya que durante todo el día iba por las casas vendiendo sus productos.

Pusieron sus cosas en sus respectivos lugares, cenaron y se acostaron porque era muy tarde.
A la mañana siguiente, Macarena y Paula, se despertaron con un murmullo y un ruido de pasos. Eran las seis, y, cuando se incorporaron, vieron que las que hacían ruido eran Noa y Shaila.
-¿Jugamos?-saltó de repente Paula- ¿eh?
-No, Paula- dijo Noa- nosotras, todas las mañanas nos despertamos temprano sin hacer ruido, porque mamá y papá están dormidos, vamos hasta la fuente grande, que está a 10 Km. de aquí, cogemos agua con un cántaro muy pesado y lo llenamos de agua, luego volvemos a la casa, comemos algo, y vamos a ayudar a mamá a con nuestra pequeña huerta, que cuando se siembra bien da muy buenos frutos. Mamá no quiere que la ayudemos, porque dice que es un trabajo muy pesado, pero nosotras le ayudamos. Cuando volvamos, si no llegamos muy tarde y no estamos cansadas jugamos, ¿vale?
-Vale- respondió Paula.

Cuando volvieron, jugaron un rato, y conocieron a los amigos de Noa: Dennise, Hansa, Sarah, Marian, Almid y Adrian. Y a los de Shaila: Hansú (hermana de Adrian), Lisa, Natassja (hermana de Dennise, Almid y Marian, que también eran hermanos), y Jesé.
Un día más tarde, Macarena y Paula, fueron, voluntariamente a ayudar a Noa y Shaila con los cántaros, y, luego, su madre les dio la tarde libre para que jugaran. Macarena y Paula, se vieron un poco incómodas, porque los niñ@s del poblado las miraban raro, entonces comprendió lo que sentían los niños extranjeros, al estar en un país que no era el suyo, ya que ella siempre había sido un poco egoísta en este sentido, cosa que se le quitó en cuanto se hizo amiga de Noa. Lo que más le gustó, fue, que conocieron una cultura distinta a la suya. Todos los días, comieron comidas especiales, porque no eran iguales que las suyas, los días de fiesta, hacían tortitas de maíz y trigo que machacaban con grandes morteros, también hacían roscos de vino. Todas las noches, los abuelos de Noa, contaban bonitas historias alrededor del fuego. La favorita de Noa era:
El Dios Lona:
Hace mucho tiempo, el Dios de los africanos, (que era el mismo que el nuestro, pero se llamaba Lona), vivía muy cerca de las personas. No tenían que trabajar, porque, si querían comer, solo tenían que levantar la mano y coger un trocito de cielo. Un día, un chico, salió al campo, y cogió una mazorca de maíz y se la llevó a casa. La madre se puso muy contenta y se dispuso a machacarlo con los grandes morteros y pegó a Lona, por lo que éste se fue más para arriba. Así tres días, hasta que Lona se hartó y se fue arriba del todo. Por eso ahora está tan lejos de nosotros y tenemos que conseguir la comida. Pero aunque esté lejos, siempre lo llevamos en nuestro corazón.

Un día ellas cuatro y sus amigos del poblado, salieron a dar un paseo y a jugar un rato. Se alejaron más de lo previsto hasta meterse en el otro poblado enemigo. Los niños, que no entendían de las prohibiciones de los adultos al respecto, jugaron con los niños que se encontraron, hasta cansarse y se hicieron muy amigos. Cuando se lo contaron a sus padres, se enfadaron mucho, y, aunque no se trataban, fueron a pedirle perdón. El otro jefe, Narihuma, resultó ser muy simpático y se hicieron amigos. Desde ese momento, entre aquellos dos poblados, nunca existieron más límites.

Sin darse cuenta, los días volaban, y, cuando menos se lo esperaban, ya estaban haciendo las maletas, y no sin sollozos ni súplicas. Les acompañaron hasta el avión y prometieron escribirse.
Cuando llegaron a su casa, solo quedaba una semana para que empezase el colegio. Ninguno de sus amigos les creyó cuando les contaron su historia. Nadie les creyó cuando dijeron, que, los niños, tenían que despertarse temprano para coger agua. Pero ellas nunca se olvidaron, porque tenían un recuerdo más grande que un objeto o una foto: LA AMISTAD.

3 comentarios:

Mercedes dijo...

me gusta tu relato ALMUDENA Y ENHORA BUENA

Almudena dijo...

gracias Mercedes me alegro de que te haya gustado

Hannah dijo...

Soy tu hermana Ana. A mí también me gustó mucho. Besitos...

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